Un grupo de intelectuales envió al presidente Santos una carta en la cual lo invitan a tomar en serio las declaraciones de las FARC. Los firmantes sugieren que hay signos para pensar en una nueva etapa de diálogo, pues identifican un tono diferente cuando la insurgencia afirma que “no cabe darle más largas a la posibilidad de entablar conversaciones”. Además, reconocen como novedad la derogatoria que las FARC hacen de su ley 002, con la cual se auto permitían secuestrar con fines extorsivos.
Adicionalmente, dos personalidades de este grupo han ido más allá. La primera recoge del comunicado de las FARC un llamado a la regularización de la guerra como un primer paso hacia la paz. Es decir, una guerra sin violaciones al derecho internacional humanitario (DIH). Y la segunda dice más o menos lo mismo, justificando el por qué a la guerrilla se le debe permitir disparar en medio de la negociación. En sus palabras: Si esta guerrilla deja de disparar, el gobierno y la opinión sencillamente se olvidarán de ella… poner la condición de que abandonen la “delincuencia” para poder dialogar es pretender que el otro se suicide antes de invitarlo a la mesa.
No creo en esto. Primero, las FARC en 48 años de lucha, salvo los 8 años del gobierno del presidente Uribe, siempre han hablado de la posibilidad de diálogos de paz. Lo hicieron cuando eran pobres y aislados. Lo hicieron en su mejor momento. Y lo hacen ahora que todavía cuentan con una gran capacidad operativa, financiera y de soporte internacional. Luego esto no es nuevo, ni plantea un signo contundente que evidencie una voluntad de paz. Segundo, hay una duda razonable para pensar que la derogatoria de la ley 002 –ley que paradójicamente fue creada durante los diálogos de paz del Caguán - obedezca al proceso de repliegue hacia una guerra de guerrillas en la cual el cuidado de prisioneros es inconveniente. Y tercero, las treguas no necesariamente invisibilizan al enemigo. En Colombia ha sucedido todo lo contrario. A los integrantes del M-19, como a los comandantes de las FARC se les conoció, entrevistó, fotografió y filmó como nunca antes, precisamente en los momentos de cese temporal de hostilidades.
En ese sentido, creo que los firmantes de la carta están desbalanceados en lo muy poco que le piden a las FARC, y lo mucho al pueblo Colombiano para el cuál la paz es llanamente el cese de hostilidades sin distingos entre la muerte de civiles o militares. Entiendo el profundo deseo de paz que mueve a los firmantes, pero no me parece que el camino sea forzar la interpretación de los acontecimientos para auto convencerse y convencernos que estos son evidencias ciertas de unas verdaderas intenciones de paz. Ni tampoco el juzgar de belicista, revanchista y usufructor del conflicto a todo aquél que plantee una duda razonable.
No nos equivoquemos ni forcemos los argumentos. Blanco es blanco y negro es negro. El verdadero signo de paz es un cese largo de las hostilidades.