El advenimiento de estos personajes, y
sobre todo su aceptación, creo yo, radica en el paradigma de la corporación
como un modelo de eficiencia y logro de resultados. Algunos creen, y quizá este
número va en aumento, que la universidad debería ser gobernada como una
empresa, y por individuos más pragmáticos que deliverativos, más autónomos que
dependientes, más negociantes que argumentadores, en últimas más
administradores que profesores.
De los que he visto, en su gran mayoría no
son sujetos particularmente interesados en disquisiciones intelectuales como lo
fueran en su momento Darío Valencia y Jaime Restrepo Cuartas ex rectores de la
Universidad de Antioquia, o Gerardo Molina, Antanas Mockus o Marco Palacio ex
rectores de la Universidad Nacional. La nueva generación de profesores
administradores es un tipo de personas que yo llamo pseudo académicos,
pues se caracterizan principalmente por: la búsqueda de prestigio a través de
los cargos directivos de la universidad y no a través de su labor docente, su
aversión a dictar clase, o a dictarla solamente a audiencias que puedan ser
aliadas en un futuro. Adicionalmente, el interés mínimo en estar personalmente envueltos en
investigación, pero en decir que son investigadores cuando están aspirando a un
cargo, y muy particularmente, el liderazgo clientelista y una ética que confesada o escondidamente
valora más la cantidad que la calidad, y lo rentable por encima de lo
necesario. En otras palabras, la
universidad para ellos no es una forma de vida, sino un medio de llegar al mundo de los poderozos sin hacer carrera en el sector privado.
Quizá estos individuos son la respuesta
del sistema a las nuevas presiones a las que se ha venido sometiendo la
educación superior en términos de recursos, o
simplemente están allí dado que hay todo un esquema clientelista que cooptar, o
son los administradores frustrados que por algún motivo no consiguieron trabajo
o prosperaron en el sector privado. En todo caso, estos individuos hacen
carrera minimizando lo que más puedan su trabajo académico, y maximizando
vorazmente sus ideas y gobierno sobre la academia y los académicos. Los que lo logran, crean un verdadero esquema en el que las
personas y porciones de las universidades tienen dueño, pervirtiendo el debate
de ideas, premiando las lealtades bajo el reino de feudos dogmáticos.
Aunque sé que los pseudo académicos saben
y sobreviven de mostrar resultados, en esencia son ellos los sepultureros del
sistema universitario. La historia ha mostrado que las ideas migran a donde
está la libertad.