viernes, 20 de enero de 2012

Otra versión del sindicalismo

Confieso que desde siempre vi al sindicalismo como un cáncer que corroe a las empresas, dejándolas en la miseria absoluta a expensas de mantener los privilegios de una oligarquía de overol voraz, vaga, vulgar y violenta. Nunca tuve una referencia seria que señalase racionalmente el peligro del sindicalismo, pero en los comentarios de personas cercanas me fui formando mi prejuicio. No era ni sorpresivo ni ilógico que alguien afirmara que ellos eran los culpables de la bancarrota de muchas empresas públicas y privadas en toda Latinoamérica, y asumía, que en cierta forma la muerte de muchos era la consecuencia de una justicia de propia mano administrada por empleados y propietarios afectados.

El nublamiento lo llevé por muchos años hasta que oí la conferencia del Nobel en economía Paul Krugman sobre la gran prosperidad que durante más de 20 años tuvo los E.U. después de la Segunda Guerra Mundial. En sus palabras, parte de esta prosperidad se debió al movimiento sindical ampliamente respaldado por el presidente Roosevelt. Escuché y re escuché esta conferencia varias veces para rectificar si mi pobre inglés no me estaba jugando una mala pasada. Pero no, de hecho consulté el libro del profesor Krugman y leí lo impensable. En efecto los sindicatos norteamericanos ayudaron a construir la sociedad más próspera e igualitaria que hubiese existido jamás en ese país en toda su historia. Después, el presidente Reagan demolería sin piedad los sindicatos llevándose con ellos a la sociedad que ayudaron a construir.

Esta revelación de la providencia vino con otra sorpresa en la misma dirección: Frank Pierre, presidente de Carrefour Colombia pidió la asesoría de la Escuela Nacional Sindical para la conformación de su propio sindicato. Algo impensable en Colombia. Pero además, encontré que los países con mayores tazas de sindicalización son Suecia (82%), Finlandia (76%), Dinamarca (76%) y Noruega (57%), reconocidos por su desarrollo y equidad. Por su parte Colombia nunca ha superado el 14%, encontrándose actualmente en valores cercanos al 6%, muy cerca del promedio Latinoamericano.

Al igual que el estudio de Laura Acuesta, Krugman plantea que en empresas sindicalizadas los trabajadores tienen mejores salarios que en las que no, pero además, Krugman afirma que los directivos son más cautelosos a la hora de pagarse salarios más altos por el temor a que esto motive un alza en todos los salarios. En consecuencia estas organizaciones tienden a ser más planas en términos de salario y menos desiguales. Ahora, si esto lo llevamos al caso del 82% de trabajadores sindicalizados en Suecia, el fenómeno de aplanamiento se escala de una empresa a toda una nación. De otro lado, el 6% en Colombia también dice muchas cosas, en especial que tan arraigada es la desigualdad en nuestra idiosincrasia que una persona como yo consideraba entendibles las muertes de las personas que en cierta forma luchan por mi igualdad. Comprendo que no hay que romantizar al respecto, pero siendo colombiano y viendo como tradicionalmente las diferencias entre los débiles y los fuertes se resuelven en nuestro páis (masacres, burro bomba, collar bomba y motosierras), me inclino a creer que lo que no es tan malo en otros países no tiene por qué serlo en el nuestro, y más bien la voracidad, vagancia, vulgaridad y violencia es la actitud que una minoría poderoza y rica usa para no ser igual al resto de nosotros.

viernes, 13 de enero de 2012

Lo que no ha aprendido el crimen organizado en Latinoamérica

Gianluca Fiorentini y Sam Peltzman publicaron en 1995 un libro cuyo título es The economics of ogranized crime, en él se describen los orígenes del crimen organizado, modos de operación, organización interna y formas de combatirlo. Aunque el estudio se fundamenta en la mafia italiana, es sorprendente su similitud con el crimen organizado que se aprecia en este lado del Atlántico. Todo el contenido es digno de mencionar, sin embargo un aspecto que me pareció fascinante es el hecho de que las organizaciones criminales, todas sin excepción, requieren de dos cualidades que son tan necesarias como mutuamente excluyentes: el ser temido y el ser invisible. Las que logran este equilibrio entre la invisibilidad y la crueldad son exitosas, las que no, son abatidas sin misericordia por el estado o por sus rivales.

La motivación para traer este asunto a colación fue el famoso paro armado que la banda criminal de Los Urabeños, reducto de los paramilitares Colombianos, decretó en en los departamentos (estados) del Chocó, Antioquia, Córdoba, Sucre, Magdalena, algunas partes de Bolívar y la región de Urabá, en protesta por el abatimiento de su máximo líder, Juan Úsuga David alias "Giovanny", cuya muerte en combate fue revelada por la Policía el 1 de enero. La intención era protestar y dejarle en claro a la autoridad quién manda en toda esa región. Craso error.

Crimen organizado existe en casi todo el mundo, países como Italia, Francia, Alemania, Austria y Reino Unido, sin uno creerlo, también albergan crimen organizado. Igualmente en China con las triadas, y en Japón con la Yakuza. Siendo común en todo el mundo ¿por qué no tiene tanta publicidad como en Latinoamérica? La respuesta yace en el ser temido y el ser invisible. Mientras que en el ser temido el crimen organizado en Latinoamérica lo hace tan bien, o aun mejor, que sus colegas en otras latitudes, con respecto a la invisibilidad, están tan subdesarrollados como los países a los que pertenecen. Mientras que un homicidio en Europa se trata de hacer discreto y se desaparece el cuerpo, en Latinoamérica se cuelgan los cadáveres de los puentes y se esparcen sus cabezas en los parques y andenes. Mientras que nosotros raramente oímos hablar del crimen organizado alemán, en Colombia a 300 pistoleros se les ocurre desafiar a un Estado que ha vencido a tres poderosos carteles de la droga, tres grupos guerrilleros y casi todo un movimiento paramilitar. ¿Puede alguien ser más pretencioso?

Al 7 de enero del presente año ya se habían capturado 41 miembros de esta organización, y se ofrece una recompensa de 4 mil millones de dólares por información que conduzca a la captura de los jefes Urabeños. El velo de invisibilidad fue descubierto, y aunque muy probablemente es cierto que ellos mandan en esa región abandonada por el estado, todos los ojos están puestos allí hasta que el Estado los extermine y eventualmente se quede, o la abandone de nuevo a la espera de un nuevo grupo que sea más cruel que discreto.