Recientemente nuestra “tacita de plata” fue
premiada como la ciudad más innovadora del mundo. Muchos lo aceptamos con sarcasmo, otros lo ven como el resultado más natural a lo que creen es el mejor vividero.
Yo por mi parte quiero mirar la parte llena del vaso y reflexionar sobre la
validez del premio. La pregunta es simple ¿Es Medellín innovadora? Si es por
los parques biblioteca, se los copiamos a Bogotá, así como el Metroplus. Si es
por el metro, muchas ciudades ya lo tenían. Si es por el cable a lo mejor ahí
si estamos innovando, a pesar de que es un sistema más turístico que útil. Es fantástico
para los alcaldes que quieren mostrar resultados a corto plazo, y para los que
quieren curiosear como viven los pobres sin untarse de la miseria de la ciudad,
es perfecto. Para los verdaderos usuarios la cosa no es tan fácil. Deben
soportar las largas colas, un mesesito de mantenimiento, y el rebusque de otra
forma de llegar a la casa si cae un aguacero duro. Las escaleras eléctricas,
aunque con buenas intenciones, no tienen la forma de llegar muy lejos. No son
turísticas, luego su mantenimiento lo veo poco rentable para un alcalde con aspiraciones superiores. Los
parques de los deseos y pies descalzos, ya con menos fans, son imitaciones de los espacios en Barcelona. Si pensamos en serio, en realidad no hemos inventado nada. No tenemos ni siquiera un buen espacio verde en la ciudad
que sea seguro y permita el descanso.
Pero lo que sí ha hecho Medellín es tratar
de cambiar a través de la construcción de espacio público, y por esto quizá se
merece el premio. La ciudad no lo tiene pues prácticamente lo perdió desde hace
algunos años. Ahora la ciudadanía se “vive” en los malls comerciales. En ellos
la gente camina, respira, compra, ven algo verde, disfruta de fuentes, juega
con sus hijos, come, ve gente linda, va a cine, participa de programación
cultural, y se encuentra con sus amigos. Y como si fuera poco, también se va a
misa. Los malls son ahora la nueva “casa” de Dios. Una que no tiene confesionarios.
Los malls son la respuesta privada a la necesidad de caminar y encontrarnos, en
otras palabras, a la necesidad de ciudadanía que nos hace falta. Antes todo
esto se hacía en el centro de Medellín el cual era limpio, seguro y bonito. Ahora,
esto se hace más o menos a lo largo de algunas calles como la avenida Nutibara
en Laureles, la 45 en Manrique, la 10, la vía primavera, la 34 en el Poblado o
la 76 en Belén. Pero en su mayoría, los
lugares para encontrarnos y sentirnos seguros pertenecen al mundo privado, el
cual compite feroz y formidablemente por mantener entretenida y fiel a su
clientela, sin que con esto formen ciudadanía.
Si alguien quiere tener una idea de cómo
fue la edad media piense en Mall-dellín y sus malls. Fantásticos y acogedores
castillos, completamente fortificados para mantener afuera a las hordas
bárbaras. Afuera el caos, la mugre y la muerte. Adentro lo que nos queda de una
ciudadanía que sirve al ánimo de lucro.
¡Viva el viejo centro!
Estoy de acuerdo que debemos recuperar el centro y darle nuevamente vida, volverlo como es el centro en muchas ciudades, que el centro sea el plan mas que ir a un mall. Tengo esperanzas que el proyecto del parque del rio le de una nueva cara a la ciudad, donde los espacios publicos se fortalezcan y ayuden a formar ciudadania.
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